Bizancio y el Imperio Bizantino suele ser un periodo de la historia frecuentemente inadvertido o infravalorado en la historia de la Edad Media en Europa.
Es un craso error frecuente en la enseñanza de la historia reducir a un segundo plano el recorrido histórico de un milenio de imperio bizantino. Incluso aunque se trate de dar mayor importancia a la historia de la Europa occidental donde España se encuentra, se verá que Bizancio intervendrá de manera decisiva en múltiples asuntos de Occidente.
Siendo cierto que el Occidente medieval miró más al antiguo Imperio de Occidente como modelo a seguir en su azarosa trayectoria, no hay que olvidar que Bizancio brilló con luz propia durante nada menos que 1.000 años y que influyó decisivamente en la cultura y el arte de la Europa occidental
Edificada sobre el asiento de la antigua Bizancio, la ciudad de Constantino se llamó primero Nea-Roma y durante toda la Edad Media creyó conservar la sucesión del antiguo Imperio romano.
El emperador bizantino continuaba llevando el calificativo de Augusto. Había en Constantinopla cónsules y Senado, como en Roma, y hasta muy entrada la Edad Media los documentos se redactaron en griego y en latín.Pero nunca Constantinopla pudo hacer valer completamente sus derechos a las provincias occidentales. Justiniano recobró a Italia y África del Norte, pero se perdieron otra vez por las invasiones de los longobardos y de los árabes.
En las Galias y en España, aunque a veces los monarcas francos y visigodos se dirigieron al emperador de Constantinopla como al soberano universal, de hecho se consideraban independientes.
El suceso histórico que obligó a Bizancio a renunciar a la doctrina del Imperio universal y aceptar el hecho consumado de un emperador germánico para las provincias occidentales fue la conquista progresiva de grandes espacios de territorio (incluyendo el sur de Europa) por parte del Islam.
Es un falso tópico suponer que Bizancio permaneció en continuada decadencia y que sus emperadores fueron una serie de monarcas incapaces.
El principal problema que vivió Bizancio, además de sus conflictos políticos, fue el de la religión. Bizancio se hallaba al margen de la cristiandad, y era natural que allí aparecieran de continuo nuevas herejías, que repercutieron siempre en la vida política ocasionando a veces cambios de dinastías.
La Iconoclastia bizantina
Uno de los hechos históricos más conocidos de Bizancio es la querella sobre el culto de las imágenes.
En la segunda mitad de este siglo la prohibición iconoclasta se convirtió en persecución y martirio de muchos que no se plegaron a la reforma. De hecho Bizancio quedó divida religiosamente en los partidarios de una y otra tendencia.
El clímax del enfrentamiento civil llegó durante el gobierno de León V cuando éste fue asesinado por los iconófilos por su implacable defensa de la iconoclastia.
El periodo iconoclasta llegará a su fin con la emperatriz Teodora que recupera la ortodoxia religiosa en el año 843, Había pasado un siglo de división religiosa en Oriente que había afectado gravemente la relación la Iglesia de Occidente.
De hecho, en el año 731, el papa de Roma reaccionó excomulgando a todos los que se oponían al culto tradicional. Se estaba poniendo la primera piedra en las desavenencias entre las iglesias de Roma y Bizancio, que al cabo del tiempo desembocaría en el Cisma de Oriente acaecido en el año 1054.
La Cuarta Cruzada y el Saqueo de Constantinopla
El Imperio bizantino chocó contra el nuevo Islam desde su nacimiento y durante varios siglos. Sin embargo, a fines del primer milenio, el Imperio bizantino había llegado a un razonable concierto con los árabes.
Cuando los primeros cruzados llegaron a Constantinopla, el Imperio bizantino se encontraba rodeado de aliados que le respetaban y de enemigos que le temían.
Ya hemos explicado cómo, consciente de su fuerza y de sus derechos, el emperador Alejo pudo obtener de los jefes de la expedición que le prestaran homenaje. Iban a establecerse señoríos en las tierras que conquistarían de los sarracenos; estaba, pues, dentro de la mentalidad de la época que tenía que haber un príncipe, de quien todos serían feudatarios. El príncipe no podía ser el emperador germánico, porque Siria y Palestina habían sido provincias sujetas al Imperio bizantino; no podía ser el Papa, porque era cismático; el único que podía recibir el homenaje imperial era, pues, el Augusto de Constantinopla. Y, en efecto, uno tras otro, los cruzados le reconocieron como superior jerárquico, a pesar de haber sido excomulgado por Roma. Naturalmente que esta dependencia fue sólo pura fórmula, y a cambio de auxilios que les prometió el emperador; pero, así y todo, los cruzados consintieron en colaborar con aquel monarca no católico, por las esperanzas que les dio de eficaz apoyo.
Pero esta situación iba a cambiar pronto y de forma desgraciada para Bizancio con los despropósitos de la Cuarta Cruzada.
Esta Cuarta Cruzada casi nace ocasionalmente por el ardor guerrero y de aventura de ciertos nobles franceses pero con escasos sentimientos religiosos.
Para el viaje debieron contar con la colaboración de la poderosa flota veneciana que pronto compartió la aventura de los latinos.
Pero sucedió algo que es recurrente a lo largo de la historia y que los españoles conocemos bien. Los conflictos intestinos en Bizancio propiciaron la incursión cruzada para posteriormente apoderarse del imperio. En efecto, un sobrino del emperador Alejo III, también llamado Alejo, que pretendía el trono de Bizancio, ofreció a franceses y venecianos riquezas y ayuda en la conquista y conservación de Palestina a cambio de colaboración militar para derrocar al emperador.
Venecianos y latinos cumplieron su parte del pacto. Llegaron a Bizancio en junio de 1203 y conquistaron la ciudad, derrocando al emperador y colocando en el trono al ambicioso Alejo IV.
Después de tomar el palacio imperial las tropas latinas son autorizadas por sus jefes al pillaje y bandidaje nada menos que durante tres días, provocando tanta muerte y destrucción que provocó el estupor del propio papa y de varios historiadores cristianos de la época. El botín obtenido fue enorme.
El Imperio Latino de Oriente
La decisión improvisada de crear un imperio latino en oriente se consuma en 1204 cuando Balduíno, conde de Flandes, es elegido por un comité de delegados venecianos y franceses para ser coronado emperador.
Uno de los jefes de los cruzados, Bonifacio de Montferrato, se quedó con Tesalia y Macedonia. Enrique de Flandes fue nombrado señor de Adramítum; Hugo de San Pol, señor de Demótica; Luis de Blois, duque de Nicea, etc.
La conclusión es que la nueva Bizancio latina (llamada Imperio de Romania) se había fragmentado en una organización feudal (convertida en un conjunto de feudos) cuyos nobles tenían poder casi absoluto mientras que el propio emperador latino sólo tenía autoridad en sus propios territorios.
La mayor de las paradojas es que la Cuarta Cruzada, que tenía como objetivo la recuperación de Tierra Santa, se disolvió inmediatamente después, en 1205, sin que sus ejércitos siquiera se hubieran acercado a Jerusalén tras siete años desde sus inicios.
Pronto, el malestar de los bizantinos provocó revueltas que aprovecharon algunos descendientes de la depuesta familia imperial para plantar cara a los usurpadores latinos.
De esta guisa, el bizantino Miguel Paleólogo logra apoderarse de Constatinopla y expulsar al emperador Balduíno II en el año 1261, acabando con el Imperio Latino de Oriente.
El ocaso de Bizancio
A pesar de esta recuperación del poder de Bizancio por los propios bizantinos, el daño que los latinos habían hecho al imperio era ya irreparable. Aquellos cincuenta años de feudalismo y de guerras incesantes habían destruido la organización secular que tenía sus raíces en la de la vieja Roma.
A partir de entonces y durante los siglos bajomedievales, la debilidad del Imperio bizantino permitió las continuas correrías de genoveses, venecianos, franceses, florentinos, navarros y catalanes que se apropiaban de islas o comarcas sin demasiada resistencia.
Ya, desde aquel momento, Bizancio no fue más que una débil valla para el Islam, y los turcos otomanos hubieron de acabar en 1453 lo que tan eficazmente habían empezado los protagonistas de la Cuarta Cruzada.
Bizancio en el campo de las artes, filosofía y ciencia
La influencia de Bizancio sobre la cultura y el arte occidental fue enorme y sólo en las últimas décadas se viene reconociendo tal hecho. Hasta hace poco los historiadores consideraban que tal impronta había sido relevante tras el saqueo de Constantinopla por los cruzados, pero hay que añadir que, para entonces, el influjo cultural bizantino había dado sus frutos durante siglos en la Europa occidental.
En ciencia y filosofía, Bizancio conservó los conocimientos de la civilización griega y romana por lo que influyó decisivamente (junto al Islam) en el despertar de la actividad filosófica de Occidente en el siglo XII y que acabó por engendrar la Escolástica.
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