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EL SHENG CHI Y EL SHA CHI
Teniendo en cuenta el hecho de que vivimos en un mundo que sólo es energía, podemos considerar que el chi del universo, de las
ciudades, de las calles, de las casas, de las habitaciones, de las personas, todos ellos están relacionados entre sí. La energía chi está en
constante circulación por todos los ambientes y a lo largo de nuestro cuerpo, pudiendo ser canalizada, equilibrada y ampliada. Podemos
distinguir entre un chi intangible y otro tangible. El tangible sería aquel que podemos observar con nuestros cinco sentidos o por medio
de instrumentos adecuados; y, el intangible es el que no podemos percibir con los órganos sensoriales, pertenece a la intuición, aunque
podamos sentir sus efectos.
En general, el chi tangible es aquel que puede ser transportado por el aire y puede ser dispersado por un viento fuerte, aquel al que los
obstáculos y el agua pueden detenerlo. Sin embargo, no todas las energías tangibles tienen estas características; por ejemplo, la luz o el
magnetismo, que pertenecen al grupo de chi tangible no tienen estas cualidades, pues no pueden ser dispersados por el viento ni
dependen de él para moverse. Por ello, consideraremos el chi tangible en un sentido más amplio, como aquellas energías que podemos
percibir con los sentidos.
El estudio del chi tangible es el estudio del entorno, de las formas, de los colores, de las fuerzas telúricas... y el del chi intangible es el
estudio del mapa bagua, el ki personal, la astrología... que no tiene referentes en el entorno. Ambos tipos de chi coexisten e
interactúan entre sí. Por ejemplo, podemos tener la sensación de que una casa tiene buen feng-shui porque el entorno es armonioso,
equilibrado, bello; el aire es limpio y fresco; la luz resulta agradable, porque la posición de los muebles y la estructura permiten una
corriente fluida y suave de la energía.
El feng-shui distingue dos tipos de chi: el bueno y el malo. El bueno se llama sheng chi y el malo sha chi. Sheng significa «generador
o vida» y sha «demonio o muerte». Ambos, pueden ser percibidos por los sentidos y/o no, es decir, pueden ser chi tangible o chiintangible.
Los objetos hermosos se consideran sheng chi, pero esta cualidad es subjetiva, depende siempre del observador. En líneas generales,
un entorno bello impregna la casa con buen chi. Un interior limpio, ordenado, bien ventilado, con buena iluminación hace que la casa esté
llena de buen chi, y sus habitantes disfrutan de esta buena energía. En cambio, los objetos desagradables son sha chi, nos hacen
sentirnos incómodos en su presencia. Cuando el entorno está contaminado, sucio y en el interior reina el caos, la humedad, la mala
ventilación y la ausencia de luz, las personas que allí viven tienen mal chi e incluso es posible que enfermen. Esto es más fácil de
comprender cuando se trata de las energías físicas; por ejemplo, construimos un muro para protegernos del viento frío del norte.
Pero en el feng-shui, el chi engloba las corrientes energéticas, y como hemos mencionado, tanto el sheng chi, corrientes favorables,
como el sha chi, corrientes desfavorables, emanan una energía que no se mueve al azar dentro de la estructura, sino de una manera
determinada.
El chi se mueve de una forma muy parecida al aire que circula a nuestro alrededor; su fluir y la dirección que tome depende de los
objetos y las formas que encuentre en su camino. Es decir, el chi entra por una puerta o se respira por las ventanas. El feng-shui hace
que los objetos que obstaculizan el libre fluir del chi sean removidos y los espacios activados con nuestra intervención. La energía se
mueve en ondas y espirales, por lo que nos sentimos más cómodos cuando trasladamos esas curvas a nuestro entorno, ya que el
movimiento suave y uniforme ayuda a relajarnos. Las líneas rectas, las esquinas angulosas y los bordes afilados producen tensión. Por lo
que el chi benéfico fluye a través de curvas levemente onduladas, en cambio, la línea recta es más perjudicial. La correcta canalización
de esta energía en el ambiente externo se refleja en el equilibrio energético interno de nuestro cuerpo. De este modo, a medida que
esta energía se incrementa en el ambiente, la energía chi del ser humano también se desarrolla de la misma forma, propiciando la salud,
la felicidad y la buena fortuna. Aplicando los principios del feng-shui a los espacios cotidianos, con simples intervenciones podemos
lograr la correcta fluidez de nuestra energía con la del entorno, trasformándose en un valioso recurso para alcanzar el equilibrio en
nuestra interacción con el medio en que vivimos.
El buen fluir del chi en los espacios, mejora el chi de sus moradores. El chi de un espacio arquitectónico y el humano tienen mucho en
común, ambos deben fluir sin tropiezos. Para ello debemos tener en cuenta la existencia de cinco elementos: la madera, el fuego, la
tierra, el metal y el agua; elementos que existen tanto en el entorno en que se encuentran nuestras construcciones (viviendas, oficinas,
locales, etc.), como en las características constructivas de las mismas (formas, volúmenes, etc.) y en sus espacios interiores; dichos
elementos se los asocia con colores, formas, tiempos, estaciones, direcciones, planetas, con el yin y el yang, de los cuales se hablará en
otros capítulos.
EL MOVIMIENTO DEL CHI
El feng-shui observa el movimiento de la energía y de qué modo fluye en las formas. Por ello, considerar la geometría de los espacios y
de los objetos es esencial, con el fin de disponerlos de tal modo que el chi fluya con armonía y aporte equilibrio a las personas que los
habitan.
Cada forma irradia un tipo específico de ondas que fuerzan al chi a comportarse bajo determinadas pautas. Las formas reciben, modulan
y emiten ondas que pueden equilibrar o alterar los espacios. Todo lo visible se manifiesta bajo una forma característica; por ejemplo, los
minerales cristalizan de una determinada manera, el agua siempre circula en espiral y las hojas de los árboles responden a un mismo
patrón.
Las formas modulan o determinan la acción de las energías que inciden sobre ellas. De modo visible podemos constatar cómo la forma de
un cristal varía la reflexión y la refracción de la luz que incide en él; cómo percibimos las diferentes imágenes que nos emite un espejo
plano, cóncavo o convexo; en los distintos planos que nos proporcionan las lentes fotográficas angulares y que se obtienen con los
teleobjetivos; la visión que nos ofrecen las gafas con distinta graduación. También podemos comprobar que un cable metálico conduce
la electricidad, mientras que dos láminas metálicas separadas por un elemento no conductor la almacenan; o, que una lámina metálica
enrollada en forma espiral no sólo induce la electricidad, sino que además crea un campo magnético. Todos estos fenómenos son
empíricos, pero existen otras energías más difíciles de atrapar, aunque el feng-shui nos muestra cómo las energías se mueven a través
de las formas.
Debemos reconocer la influencia de las distintas ondas que emanan las formas de nuestro entorno, provocando la aceleración, el
estancamiento o la armonía del chi y, consecuentemente, la vitalidad del ambiente. El cubo de ángulos rectos no se da en la naturaleza,
salvo en la cristalización de los minerales; muy pocos seres vivos presentan líneas rectas puras o ángulos. La onda y la espiral son las
líneas más frecuentes. El cielo es circular, las estrellas son redondas, el viento se arremolina y los pájaros hacen sus nidos en formas de
círculos; quizá la máxima expresión de la fuerza y el poder del mundo se expresa a través del círculo. Puede que esta fuera la idea de los
pieles rojas que todo lo hacían en círculos, sus tippis -sus poblados-, sus danzas, sus ruedas de sanación y el círculo sagrado de su nación.
Es, precisamente, la forma en que gira nuestro planeta y el universo entero, y así lo hacen en sus danzas los derviches giróvagos para
encontrase con Dios.
La línea recta polariza la energía, la acelera, la agita, provocando estrés y ansiedad en las personas. El cubo ejerce una acción depresiva,
las parábolas son nocivas y las pirámides invertidas son perniciosas. Por ello, es necesario aportar equilibrio con la diversidad natural,
introduciendo formas redondeadas y onduladas, haciendo desaparecer las líneas rectas, las aristas y las formas agresivas. Se trata de
recrear la geometría que existe en la naturaleza y cuando no existe tener la posibilidad de reconstruirla simbólica y energéticamente.
La energía celeste está representada por el círculo y la de la tierra por el cuadrado, con la combinación de ambas se estabiliza el chi,
generándose un movimiento suave. Intentaremos crear espacios donde la circulación del chi se concentre en las habitaciones y
principales estancias, con un movimiento espiral y esférico y adopte desplazamientos suaves y ondulantes por los pasillos y accesos.
La arquitectura china y la árabe aplican esta combinación. En Andalucía, podemos encontrar estas estructuras en patios centrales, que
facilitan la recogida de la energía solar y su difusión armoniosa por los espacios, incluso en muchos de ellos encontramos una fuente
central, generalmente con base cuadrada y con varias caídas circulares, que recrean esta unión entre el cielo y la tierra. El cuadrado y el
círculo son las formas que crean el octógono, forma que presenta el pakua energético que se utiliza en el feng-shui, propiciando un
encuentro muy estable y equilibrado del chi.
La simetría de las formas permite establecer un equilibrio dinámico y fluido. Todas las simetrías son benéficas. Se deben evitar los
polígonos impares, puesto que son formas despolarizadas y, por extensión, las ondas que emiten. La arquitectura de la Grecia clásica y
la del Renacimiento se caracterizan por el uso de la geometría y el equilibrio de las formas.
La esfera se considera la forma más perfecta, por esto se suelen colocar esferas no metálicas alrededor de un enfermo. Porque la línea
recta no sólo afecta negativamente al movimiento del chi en los espacios, sino que también incide en el chi personal, ya que modifica y
presiona la forma esférica y natural del campo energético humano. En el lenguaje metafórico del feng-shui, se considera que el aliento
del dragón cósmico (chi) al pasar por ángulos o esquinas provoca flechas envenenadas, que lanzan fuerzas perniciosas a todo lo que
encuentra a su paso.
La línea recta se acelera en los pasillos y espacios donde quedan alineadas varias aberturas, puertas o ventanas. El chi se mueve
demasiado rápido en aberturas o entradas estrechas y en los recorridos con giros bruscos. El movimiento del chi puede estancarse en los
huecos, así como los rincones demasiado ocultos y los recodos aislados. Los estancamientos provocan la debilidad del chi.
Por lo que hemos visto hasta ahora, es muy importante desactivar el efecto nocivo de estas líneas de aceleración y de estancamiento
del chi, sobre todo en los lugares donde permanecemos mucho tiempo, como el dormitorio o el lugar de trabajo. En general, las formas
agresivas formadas por ángulos, aristas, salientes, picos, columnas, vigas... provocan que la energía se mueva lineal y aceleradamente,
afectando al campo energético personal, por lo que debemos evitarlas y tratar de suavizarlas. La circulación del chi en los lugares en los
que vivimos o trabajamos afecta considerablemente nuestras vidas. El chi está en todas partes, y cuando circula sin trabas ejerce una
influencia positiva, aportando energía y vitalidad a todo lo que encuentra a su paso, pero si se bloquea o estanca no nos nutre, y esta
carencia produce efectos negativos en nuestro bienestar. Por ello, debemos observar cómo se mueve el chi y activar las zonas que
puedan generar el estancamiento y la debilidad del chi.
Algunas estructuras o edificios dirigen el chi a lo largo de líneas o ángulos que forman flechas hacia nuestros hogares o negocios, a las
que también somos vulnerables, por lo que se recomienda observar las formas de nuestro alrededor, que pueden dar lugar a la presencia
de estas flechas dirigidas a nuestra casa o empresa, como por ejemplo, los postes telefónicos o eléctricos, las farolas, los semáforos, las
esquinas sobresalientes o los tejados en ángulo.
En el feng-shui se utilizan los reguladores, llamados armonizadores, para atraer o suavizar el chi y neutralizar las flechas, tales como
los móviles, los prismas, las bolas facetadas y las plantas, que se sitúan en la trayectoria de las líneas de aceleración del chi. Estos
reguladores hacen girar la energía, produciendo la circulación espiral en cada uno de los espacios y propiciando el desplazamiento suave.
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