jueves, 21 de marzo de 2013

HILAL

28/06/2010 | ENVIAR | IMPRIMIR

LA MUJER SAUDITA QUE DESAFÍA AL ORDEN RELIGIOSO CON POESÍA

Hissa Hilal fue la primera mujer que llegó a la final de la mundialmente famosa competencia de poesía de Abu Dhabi, “El poeta del millón”. Pero el éxito de esta poetisa saudita también la ha hecho impopular.

Lunes 28 de junio de 2010| por Alexander Smoltczyk
EL programa se llama “El poeta del millón”. Sigue el mismo formato de los programas de talentos como“American idol”. Sus ganadores se eligen eventualmente de entre varios miles de candidatos y se transmite en vivo. Hay también rondas clasificatorias, la audiencia vota mediante mensajes de texto y hay un jurado. Pero hay diferencias, por supuesto. Por ejemplo, el jurado está formado por poetas, no por celebridades del mundo pop.
En lugar de fijarse en el aspecto personal o las voces de canto de los competidores, los jueces ponderan su uso de las formas retóricas y de las metáforas. “El poeta del millón” es probablemente el único mega-show de poesía en la era de la televisión. Atrae una audiencia de 18 millones de espectadores, desde El Cairo a Muscat y Ammán. El ganador recibe un premio en dinero inusualmente alto, de alrededor de 1,4 millones de dólares, más que lo que el comité del Premio Nobel de Literatura otorgó al premiado del año pasado.
Finalmente, en la ronda final, Hissa Hilal terminó tercera y obtuvo un premio de 817 mil dólares. El ganador fue Nasser-al Ajami, de Kuwait. El jurado le otorgó más puntos en las rondas clasificatorias que a ningún otro participante, pero quedó rezagada en la votación por mensajes de texto, debido quizás a que en Medio Oriente las mujeres tienen menos probabilidades que los hombres de tener teléfonos celulares.
Poesía sin rostro
Hissa Hilal tiene 43 años, ojos oscuros y (presumiblemente) cabello oscuro; le gusta usar vestidos floreados. Su figura está oculta bajo un niqab, o velo de cuerpo completo, aunque se alcanza a divisar a veces parte del vestido que lleva abajo. Es imposible imaginar el rostro de la poetisa.
Es la única mujer que ha llegado a las finales del concurso “El poeta del millón”. También es una mujer de Riyadh, Arabia Saudita, donde las mujeres son tratadas como ciudadanas de segunda clase y no se les permite dirigirse a los hombres. Pero ella pudo hablar en vivo ante 18 millones de hogares, mientras las mujeres en su país están declaradas incapaces de manejar sus propios asuntos.
Excepto entre amigos y familiares, Hilal nunca ha recitado ninguno de sus poemas de otra manera que no sea a través de un género negro. ¿Es esto siquiera posible, poesía sin rostro? “Es más difícil, por supuesto”, dice ella. “La gente quiere ver mi expresión. Quieren saber si estoy sonriendo. Eso me gustaría. Espero que cambie”. Divorciada de su boca y de sus expresiones faciales, su voz parece también venir de la nada. Sólo sus manos se expresan.
Hilal no es ninguna hereje. Dice que es una simple mujer que ama la música del lenguaje. “Vengo de una tribu beduina. Respeto la tradición. De otra manera, lo perdería todo”. Sultan al-Amini, presidente de la Academia de Poesía de Abu Dhabi y uno de los jurados, dice que “su fuerza radica en la invención de imágenes. Su poesía es poderosa. Siempre tiene un mensaje y una opinión fuerte, incluso en temas controversiales”.
“Bárbaro en pensamiento y acción”
Nabati es la poesía tradicional de los beduinos, su equivalente de los blues o de las baladas. Nabati son los cantos épicos de las tribus del desierto, simplemente construidos y por lo general transmitidos oralmente. El gobernante de Dubai, Sheik Mohammed Bin Rashid Al Maktoum, escribe también poemas Nabati. El certamen poético busca mantener viva la tradición Nabati. El dinero de los premios proviene de la Autoridad para la Cultura y el Patrimonio de Abu Dhabi. A la larga, proviene del dinero del petróleo.
Hilal entró a la semifinal con un poema sobre las fatwas. Unas pocas semanas antes, un prominente clérigo saudita había dictaminado que todo aquello que postulara la mezcla entre los géneros merecía una condena, y que todo aquel que se opusiera a la estricta segregación de hombres y mujeres debía ser condenado a muerte.
La respuesta de Hilal emergió por detrás de su velo, en la forma de versos simples y rimados, pero caracterizados por una apertura que llamó la atención a través de toda la región: “He visto el mal en los ojos de las fatwas subversivas / En un tiempo que lo que es legal se confunde con lo que no es legal / Cuando develo la verdad, un monstruo surge desde el lugar en que se esconde / Bárbaro en pensamiento y acción, irritado y ciego / Llevando la muerte como vestido y cubriéndola con un cinturón / Habla desde una plataforma oficial, poderosa, aterrorizando a la gente / Y encarnizándose en todos los que buscan paz”.
Dice Hilal que hasta hace diez años ni siquiera podía salir sola de su casa. Y dicen que algunas cosas han cambiado desde la guerra de Kuwait. Su hija de 11 años ve las series de televisión inglesas o estadounidenses. Pero incluso mujeres de negocios exitosas que llegan hoy al aeropuerto deben todavía esperar, como niñas pequeñas, que llegue a recogerlas un hombre autorizado, porque a las mujeres se les prohíbe conducir. En febrero, los medios abundaron en la historia de un niña de 12 años que había intentado divorciarse de su esposo de 80 años. Hilal escribió sus primeros poemas, precisamente, a los 12 años: “Mi hermano descubrió mi cuaderno y gritó ‘¡Está escribiendo poemas!’. Mi padre le ordenó que lo quemara todo. Quedé devastada”.
Envió sus escritos a las revistas con seudónimo y fueron publicados. Usó los ingresos de sus primeras publicaciones para comprarse una máquina de fax. Siempre escribió bajo seudónimo: “Era maravilloso leer, desde mi escondite, lo que otras personas escribían sobre mí”. Más tarde publicó un libro, con su propio nombre, sobre las mujeres en la poesía tradicional beduina. Tiene cuatro hijos y su esposo publica una revista literaria.
Hace poco, alguien escribió un poema sobre la propia Hilal, el que ha estado circulando en internet. El autor es un alumno modelo del clérigo que emitió la fatwa contra la mezcla de géneros. El poema está aparentemente escrito en un árabe hermoso: “Hela aquí, parloteando, chachareando y charlando, son cuidar sus palabras / Respaldada por un millón de demonios que emiten sus ideas”.
Aplaudiendo metáforas
Evento social de esa semana, la final del torneo “El poeta del millón” congrega a una multitud en el Teatro Raha. Las mujeres visten velos de seda de cuerpo completo, llevan tacos altos, pero sus rostros están cubiertos hasta sus pestañas. Los hombres, sin excepción, visten impecables túnicas disdasha. Los sexos son separados a la entrada, de manera que el lado izquierdo del auditorio termina pareciéndose a un mar de túnicas negras y el derecho a un mar de túnicas blancas. En esa final, Hilal es la más baja y de mayor edad entre los finalistas. Y tiene un handicap: es la única competidora sin rostro. Los concursantes hombres no tienen ese problema. Y el show comienza.
Un joven bien afeitado recita una oda al fundador de los emiratos, el Sheik Sajid. El poema busca comunicar la sabiduría de la edad y lo compara a “un halcón que controla el cielo”. La audiencia aplaude cada metáfora y el jurado queda impresionado y le pide al candidato que cante otra canción, esta vez en honor del jefe del gobierno de Abu Dhabi, lo que él hace.
Un segundo kuwaití recita una conversación con su hijo: “Al anochecer y al amanecer del gran Eid / Cuida bien mis heridas, porque eres mi sanador”. (Éste sería precisamente el triunfador).
Luego, Hilal sube al escenario. Recita versos que escribió dos días antes en un parque de la ciudad. En su poema, una persona bajo ataque se dirige a su propio poema: “Eres un ala que surca / No serás traicionada por tus cielos abiertos”. Pero algo falta. En la poesía Nabati, la presentación y la expresión son cruciales. Y ella no tiene rostro.
Hilal dijo que planificaba usar los 800 mil dólares de su premio para encontrar un médico, en Alemania o Estados Unidos, no le importa dónde. Su hija menor es discapacitada e incapaz de hablar. Fue la razón por la que Hilal participó en el espectáculo de poesía. Dice que fue lo más importante para ella: darle a alguien una voz.

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