domingo, 14 de abril de 2013


domingo, 25 de diciembre de 2011

Peer Gynt

Peer Gynt; Henrik Ibsen (1867) / Suites Nos.1&2; Edward Grieg (1876)




El gran héroe noruego


Amor de macho, sin miramientos. La magnánima pieza teatral en cinco actos de Henrik Ibsen (1828-1906) orquestada por Edward Grieg (1843-1907) y adaptada infinidad de veces al olfato infantil a modo de cuento, podría ser un discurso sobre el hombre y sobre su encuentro definitivo con el amor de ese arquetipo inexistente de mujer, de puro ideal.



El argumento de Peer Gynt ofrece a un protagonista pagado de sí mismo, vividor, pendenciero y fanfarrón, que aprovecha y exprime los placeres que le brinda la vida a tan temprana edad, que viaja y aprende de todo aquello que aprehende por el mundo adelante, con fortuna pero sin dinero, con amigos, con sueños... Peer Gynt madura con sus decepciones y envejece a golpes contra la realidad, la cual parece que le esté cercando el camino a sus aspiraciones. El personaje, encarnación del alma noruega legendaria según su creador, reconocerá las bondades de aquello que se ha dedicado a despreciar en el último instante de su vida, cuando tal vez ya sea demasiado tarde.


No ha mucho que leía yo en cierto blog conocido de este espacio, un exquisito comentario a una gran película francesa de los noventa. Me llamó la atención el énfasis volcado en la lectura de esa cinta como una exaltación del amor romántico, el que venera a la figura femenina por sobre todas las cosas, y el que reniega de la incapacidad femenidad de amar verdaderamente, la necesidad de entender tan maravillosa película como una narración sobre la nobleza, la hondura, el dolor abismal del amor masculino, frente al capricho, la volatilidad, la crueldad del amor femenino, ese que solamente ama aquello que puede poseer y desprecia aquello que no puede (y cito del original, con permiso del autor). No es que yo no esté de acuerdo con lo expuesto, pero me siento en deuda con la otra cara de la moneda. Si Cyrano de Bergerac es efectivamente la exaltación del amor masculino en contraposición a la crueldad de la hembra, considero que Peer Gynt es una de las mejores creaciones y recreaciones del amor del macho egoísta e irreflexivo por la idealizada feminidad santurrona que además, es ciega. De todo tiene que haber.


Si tenemos en cuenta quien era Henrik Ibsen de acuerdo con los comentarios de José Benito Alique en el prólogo a la edición de 1978, se entiende que la construcción de dicho personaje procede de su necesidad por mostrar a alguien semejante a él, "más fuerte por completamente solo, por completamene al margen de los estúpidos afanes mundanos, de la gesticulación superficialmente democrática y populista de escritores que -hoy como entonces- hacen engañosa carrera literaria a lomos de partidos y proclamas, de discursos de ambigú en honor de los políticos". Puede concluírse que Ibsen iba a su bola, vaya, que Peer Gynt viene a ser ese alter ego en quien le hubiera gustado encarnarse al noruego.


Y es que este cuento, además de tratar al hombre y a la mujer como seres que entienden la vida y el amor de maneras casi opuestas, también habla del deseo de independencia y del coraje humano, accidentalmete masculino. A continuación van algunos pasajes de la adaptación infantil de la obra, con ilustraciones de Paul Bonner (antología de James Riordan, A World of Fairy Tales; versión castellana de María Luz Uribe; Barcelona, Plaza Joven, 1986):


"En las montañas de Noruega vivió una vez un hombre joven llamado Peer Gynt. Su madre siempre tenía que reñirlo porque era un holgazán.


-Dame un poco de tiempo- dijo Peer alegremente-, y verás como me caso con una princesa. Entonces viviremos una vida majestuosa.


-¿Quién va a querer a un ocioso como tú?- alegó su madre -podrías haberte casado con esa chica de Heggstad que tiene un padre con dinero. Pero mientras tú cabalgabas con el reno por los cielos, Mads Moen la ha enamorado y se casarán hoy mismo.


Entretanto, en el patio de la granja más rica de Heggstad se congregaban los invitados para la fiesta de boda. Cuando Peer Gynt llegó sin arreglarse y sin haber sido invitado, lo recibió un silencio de piedra. En ese momento apareció una joven, Solveig, con sus padres. Eran forasteros.


-¿Quiere bailar conmigo?- preguntó Peer a la tímida joven. Cuando daban vueltas bailando, la madre de la niña oyó las murmuraciones sobre Peer Gynt y llamó a su hija. Pero él la sostuvo con fuerza.


-Por favor, suélteme- dijo ella -Mi madre me llama.


-Solveig, baila conmigo- le rogó.


Pero ella se desprendió de él y corrió dentro de la casa. Los invitados se olvidaron de él, esperando la llegada de la novia. De pronto, cayó en el patio un silencio petrificado.



-¡Miren, se lleva a la novia!- Allí vieron a Peer Gynt trepando la ladera como una cabra y arrastrando tras él a la novia llorosa vestida de blanco. Una vez fuera del alcance de las miradas, le había dado un beso a la novia llorosa, y la había dejado para que la rescataran, haciéndole un saludo con la mano mientras se iba corriendo, y gritando:


-Al Diablo las mujeres...- Y luego agregó, como si estuviera pensando en Solveig -: Excepto una- Justo cuando dijo esto, se tropezó y cayó sin sentido al suelo. Frente a él había una doncella vestida de verde. Era la hija del Rey de la Montaña.


-¿Te gustan mis ropas de seda?- Preguntó ella viendo que él miraba su vestido.


-Más bien me parecen hechas de saco mohoso- farfulló él.


-Eso es que no posees el don de la segunda mirada- dijo ella -Para nosotros e mal gusto es bueno y lo negro es blanco-. Ella dio un grito y apareció un cerdo gigante y rosado que bajó trotndo por la ladera. La niña de verde tomó las riendas y montó en el cerdo, luego pidió a Peer que montara tras ella.


Entraron en una cueva profunda. Había cientos de horribles trolls y al fondo del salón estaba el Rey de la Montaña.


-¿Lo comeremos molido o cortado para estofado?- gritó una troll bruja, blandiendo una cuchara.


-¡Esperad!- rugió el Rey -Nuestros asuntos van muy mal. Si caso a mi hija con este joven bruto seguro que nos ayudará. ¿Así es que quieres casarte con mi hija?.


-Yo no he dicho eso, pero ya que me lo pregunta, podría casarme con ella y obtener su reino como dote.


-Antes tienes que pasar la prueba de los trolls. Si fracasas no saldrás vivo de aquí. Deberás olvidar el mundo de afuera, la luz del sol y la noche estrellada. Luego tienes que usar una cola como la nuestra. Nuestras vacas dan pasteles y nuestros cerdos dan miel, tienes que familiarizarte con nuestras costumbres. Recuerda: quien como del plato obtendrá a mi hija- y empezo a beber la miel de los cerdos, pero tuvo que apartarla ponien una cara atroz.


-Ahora probaremos tus ojos y tus oídos- y comenzó una música de baile. El Rey preguntó a Peer si le gustaba concierto.


-¡Es espantoso! Es como si una vaca de pantalón corto se rascara los cuernos mientras una marrana en calcetines se pone a hacer cabriolas.


La niña de verde, la novia de Peer, comenzó a llorar.


-Es muy extraña esta naturaleza humana. Mi futuro hijo ha bebido la miel y ha aceptado la cola con gusto; creo que eliminaré el hombre que hay en él para siempre, pero antes debo curarlo de algunas enfermedades humanas. Ahora hijo mío, te sacaré los ojos para que nada te parezca feo.



-¡Déjenme salir de aquí!- Peer corrió lleno de pánico por todo el salón perseguido por los trolls. De pronto, se escucharon las lejanas campanadase una iglesia y los monstruos dejaron a su víctima.


Peer no podía creer que estuviera vivo "¿quién habrá tocado las campanas, quién me habrá salvado?". En medio de la noche, llegó ante la iglesia de Heggstad. Allí, sorprendidio descubrió que era Solveig quien con todas sus fuerzas, estaba tocando las campanas.


-Oí decir que había trolls por las montañas y temía por tí.


-Ven conmigo Solveig. Construiré una cabaña allá lejos y podremos vivir juntos- pero la niña, pensando en sus padres negó con la cabeza, así es que Peer partió solo.


Un día vio llegar a una mujer con un chal gris y un atillo en la mano. Era Solveig, que venía a comunicarle Peer la muerte de su madre.


-Me llegó un llamado del viento, un mandato en los sueños, un grito en la voz de tu madre cuando moría. Las largas noches y los días vacíos me dijeron que debía venir. Y cuando la gente me preguntó dónde me dirigía, dije: a casa.


-Eres tan pura y tan buena- dijo Peer con lágrimas en los ojos -Me temo que mi casa de madera no es dina de tí.


-Me gusta mucho- respondió ella -aquí puedo respirar más libremente.


-Traeré algo de leña y encenderé el fuego- Solveig se quedó dentro y Peer cerró la puerta y partió lleno de gozo hacia los árboles.




Tomó el hacha y comenzó a dar golpes en un árbol, pero entonces apareció ante él una bruja horrible vestida de verde. Había algo en ella que le resultaba familiar.





-Perdone, tengo que irme- dijo incómodo Peer.


-También antes tenías que irte- respondió la anciana -¿Te has olvidado de tu promesa de casarte conmigo? ¿Recuerdas la cola, la miel de cerdo...?. Volveré cada día. Arrancaré los ojos azules a tu novia y cuado ella ya no sea bella, mi propia belleza volverá-. Tras decir esto, desapareció.


-Mi palació se derrumbó antes de que lo construyera. Está claro que la felicidad no es fácil de obtener. Antes de merecer el amor de Solveig tengo que limpiar mi miserable pasado.


-¿Por qué no vienes Peer?- gritó Solveig desde la cabaña.


-Tardaré un poco todavía, tengo mucha leña que cargar. Ten paciencia querida Solveig, porque me puede tomar algún tiempo.


-Esperaré- dijo ella, y se quedó con la puerta abierta viendo a Peer que desaparecía entre los árboles.


Pasó el tiempo. Peer no volvió ese día ni al siguiente; ni ese año ni al siguiente. Luego pasaron diez, veinte, treinta años y Solveig seguía esperando su retorno. ¿Dónde estaba Peer durante todos esos años? ¿Qué aventuras tenía? Eran muchas para ser contadas. Hasta había llegado a ser rey. Su viejo sueño se había heco realidad. Pero se cansó de su vida inútil y al hacerse viejo, pensaba cada vez más en Solveig, así que embarcó haciá su casa.


Cuando el barco se acercó a la costa de su país, estalló una fuerte tormenta y se hundió en el mar con todas sus riquezas. Peer Gynt fue afortunado y escapó con vida.


Vestido como un mendigo, comenzó a vagar por las tierras que una vez le fueron familiares. Se propuso subir la ladera de una montaña para dejarse morir cubierto por la nieve: "Aquí yace un Don Nadie" podría decir el epitafio. "Recorrió este mundo y nada dejó".


Le pareció oir una voz de mujer cantando una canción. Se dirigió hacia allí y se encontró ante una cabaña de madera. Junto a la puerta estaba sentada una mujer de pelo blanco, con ojos dulces pero ciegos. La reconoció al momento: era Solveig.


-Has estado a mi lado todo este tiempo; en mi fe, en mi esperanza, en mi amor.





Peer ocultó su rostro empapado de lágrimas en sus suaves manos. Y cuando exhalaba su último suspiro ella murmuró dulcemente:


-Se acabó el viaje, Peer. Por fin has llegado a la verdad de la vida: la verdadera felicidad está aquí, en casa, no en la búsqueda de sueños por el mundo."


Y así termina el cuento. Atroz visión de las cosas de este mundo, a mi parecer, para un niño que lo lea. Diga lo que diga Solveig, está bien que se aprenda todo lo que se pueda viajando todo lo que a uno las circunstancias le permitan. Que la felicidad también se encuentra ahí afuera y que uno madura en condiciones sólo lejos del hogar, independientemente de que retorne a él en algún momento.


La versión está adulterada. El drama poético original se completa con pasajes grotescos y guarrindongos sobre lo que Peer hace durante sus largos viajes y con distintas mujeres, engrosando así la lista de experiencias que como la leña, pesarán culpables en su memoria y lo distanciarán de su idealizada santa-madre-esposa Solveig, la que espera incondicional. La que no ve porque ha quedado ciega.



Thun, Switzerland
Análisis y Crítica de Cine y Literatura.


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